La verdad es que no es un libro que me haya sentado a escribir. Es más bien una recopilación de crónicas que escribí durante los últimos 15 años durante mi paso por diferentes medios de prensa escritos. El título tiene que ver con la experiencia de abrir esa carpeta “no deseado” que hay en nuestro correo o bandeja de Facebook y encontrarnos con mensajes completamente atemporales que tienen un valor en la sorpresa de haber estado allí mucho tiempo y que todavía pueden leerse con atención y asombro. 

Definitivamente el de Crystal City. Enterarte de que tu país deportó ciudadanos y descendientes japoneses, italianos y alemanes durante la segunda guerra mundial a campos de concentración en Estados Unidos, fue tremendo para mí. Además de que sucedió de una forma tan abrupta y abusiva, que esa parte de nuestra historia ha sido borrada de muchos libros de historia

De Eloy Jáuregui me llamó la atención que se ha convertido en un referente no oficial de todos los que estudiamos periodismo en algún momento. Es un contador de historias magnífico que alrededor de él también se tejen historias. 

Y Lúcar porque es un gran vendedor de historias. Posiblemente sea una de las personas con mejor olfato televisivo y que se convirtió en un ícono de lo que no se debía hacer en el periodismo televisivo, pero a pesar de eso regresó a la televisión con éxito. Su historia es una historia de redención televisiva y eso es lo que más me atrajo.

Para mí, este libro representa un triunfo contra el pudor. 

Durante mucho tiempo estuve pensando si los textos que había escrito debían, merecían convertirse en libro. Era una inseguridad que nacía de mis propios temores de salir al ruedo, a tener una voz, un libro. Y sobre lo segundo, me interesa lo sutil y lo evidente. 

Creo que lo sutil y lo evidente son estrategias para contar lo que uno quiere contar. Habrá un momento en el que las cosas deban decirse muy frontalmente y otras en las que la sugerencia despertará en el lector el mensaje completo. Creo que en general me atrae lo desconocido. Lo que se sabe poco y una manera diferente de ver las cosas que creemos conocer.

Empecé en el teatro para aficionados como una forma de distraerme del trabajo diario. Siempre me había gustado ir a verlo. Pero participar del teatro, en un primer momento, fue un recreo. Luego, cuando llevé un primer taller con Carlos Galiano descubrí una vocación que no sabía que tenía. Luego, llevé un segundo taller con Carlos, ya de formación profesional, y en paralelo llevé talleres de dramaturgia.  

Creo que en muchos aspectos el teatro puede ser más completo que el periodismo cuando se trata de entender y empatizar con realidades. También que el periodismo tiene la misión de contar las historias que otros no pueden contar. Ambos, el teatro y el periodismo, son herramientas para conocernos más y tomar mejores decisiones en nuestra vida personal y como sociedad.

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