Nace de la pura experimentación plástica durante mis años de estudiante de la especialidad de pintura. Una cosa te va jalando, coges el hilo y dejas que te conduzca la intuición en ese camino creativo. Esta experimentación estuvo siempre motivada por el afán de liberarme de toda influencia exterior para atender la pulsión interna, y comprender en este ejercicio los principios básicos de la pintura y la representación. 

Conocer la anatomía de lo pictórico, su estructura molecular por decirlo de alguna manera, fue así que llegué al punto como elemento primordial. Ese punto podía estar representado plásticamente por el revés de un disco compacto, o una ficha, o una canica. De ahí vendría el camino de vuelta. La yuxtaposición de puntos se fue haciendo más compleja y fui formando figuras cada vez más elaboradas, como un gran tejido.

Con mis obras busco poner en relieve el aspecto místico de nuestra cultura ancestral. La iconografía del arte prehispánico da cuenta no sólo de los tremendos artistas que habitaron esta tierra, sino de su sed de conocimiento, su afán por comprender los misterios insondables de la vida, la muerte, de las fuerzas naturales que nos rodean y determinan la existencia de todos los organismos. 

Estos artistas supieron preservar sus hallazgos cognitivos en magníficas piezas de arte. Este conocimiento se conserva también en las tradiciones chamánicas de la selva, de sierra y de la costa, cada una a su manera; en las ceremonias de ofrenda o pago a la tierra, en las fiestas andinas que conectan al ser humano con el tiempo cósmico.

La pandemia y, específicamente, la prolongada cuarentena ha sido determinante para redondear la línea narrativa de esta exposición. La última obra que hice es la que abre la muestra, se llama Crisálida y es un cuerpo de serpiente enrollándose sobre sí mismo ad infinitum. Da la sensación de contener una energía brutal, como si estuviera gestándose en ella un poderosísimo ser a punto de liberarse. 

Se relaciona mucho al estado de encierro y transformación que hemos atravesado durante este tiempo, observando inevitablemente nuestro interior, conociendo de cerca nuestros propios dioses y demonios. Las obras de esta exposición bien pueden ser el rostro de esta vivencia extrema, una mirada al mundo interior de la crisálida en que nos hemos convertido.

El chamanismo opera sobre el mundo invisible que da forma al mundo visible. Es por eso que está muy relacionado a lo mágico; es difícil de explicar bajo la lógica occidental sin embargo así es como opera. El arte, asimismo, nos revela por un lado ese mundo invisible y por otro, ejerce presión y modela el universo visible. Es un camino de ida y vuelta y en esencia actúa de la misma forma mágica como lo hace el chamán. 

El mito es la narrativa a través de símbolos y arquetipos de esta dialéctica, de la correlación entre el mundo invisible y el visible. Revela una verdad que trasciende el tiempo y el espacio. Una persona o un pueblo sin mitos no tiene alma. 

Y un pueblo o una persona sin alma no tiene fuerza ni norte. Es un árbol sin raíces fácil de ser derribado. Por eso es tan importante revitalizar nuestros mitos y proporcionarles un lenguaje contemporáneo para que sean actuales, para que fortalezcan nuestra identidad y determinen los derroteros más propicios de nuestro destino. Y eso procuro con mi obra.