Soy profesor de literatura latinoamericana y trabajo en los Estados Unidos, en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill. Nací en el Sur de California por casualidades del destino, pero a los cuatro meses de nacido ya estaba en Lima, en casa de mis abuelos. Y viví en el Perú hasta los catorce años. Fui niño durante los años ochenta, marcados por la violencia, la falta de alimentos, la hiperinflación, la devaluación de la moneda y tantas otras cosas. Imagino que por eso he dedicado gran parte de mi carrera académica a tratar el tema de la violencia, su representación literaria, sus efectos de larga duración. 

el autor. foto: archivo personal

He escrito varios artículos al respecto y libros. Uno de ellos es el volumen colectivo Senderos de violencia. Latinoamérica y sus narrativas armadas (2015) y ahora está por salir en España otra edición: Fronteras de violencia en México y Estados Unidos (2021). El tema de la violencia también aparece en los cuentos reunidos en Luces de emergencia (2019), que está a punto de salir en Lima bajo el sello de Maquinaciones Narrativa, y en Las locas ilusiones (2020), junto a otros temas, como la migración, los enfrentamientos de género, los desencuentros culturales.

 En la vida real soy menos trágico. Cocino. Canto. Siembro plantas. Me voy al trabajo en bicicleta. Y sobre todo juego mucho con Elena, mi hija de cinco años.

vivir de otra manera

Para todo inmigrante siempre hay un antes y un después a partir del día en que abandonas tu país. Es algo que te marca para siempre. Todo inmigrante se acuerda de la fecha, la hora exacta en que salió, las circunstancias precisas. Y las revive una y otra vez, aunque haya pasado mucho tiempo. Yo salí en una época muy violenta. Era el año 1991. Y en una edad muy difícil. Al principio de la adolescencia. En aquel entonces, muchos éramos los peruanos que nos queríamos ir. Y muchos nos fuimos. A Estados Unidos, a México, a Argentina, a España. A aprender nuevas costumbres, otros idiomas, a vivir de otra manera, siempre buscando mejores oportunidades laborales. 

Como imigrante siempre estás en un lugar intermedio. No perteneces ni aquí ni allá. Este año voy a cumplir 30 años de vivir en los Estados Unidos. Y todavía me siento, en demasiadas ocasiones, como un extranjero, aunque hable inglés, aunque mi vida esté aquí. Es algo con lo que he aprendido a vivir orgullosamente. Siempre en el medio. Entre el inglés y el español. Entre ser y no ser. Con la familia y los amigos aquí y allá.

la razón de nuestra entrevista: (Sus) locas ilusiones

Cuando mi relato “Las locas ilusiones” ganó el Primer Premio de Testimonio de la Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano en Tufts 2020, los organizadores me pidieron que reuniera otros relatos para crear un libro sobre este tema. En ese momento busqué lo que tenía en el cajón y también algunos cuentos que ya había publicado en alguna revista, o en algún libro colectivo. Tres de los cuentos, de hecho, provienen de mi libro Luces de emergencia

Al revisar mis escritos me di cuenta que a lo largo de dos años había trabajado en una serie de relatos relacionados entre sí, con distintos personajes e historias autónomas que sin embargo se complementan. Porque tratan el tema de la migración, el vivir entre dos culturas, lo que significa ser una minoría, o vivir como indocumentado en los Estados Unidos. Así nació el libro. De una manera bastante orgánica. Los tres relatos incluidos al final, en el apéndice, son de los finalistas del premio: Rocío Uchofen, José Serna y Freddy Roncalla.

me gusta confundir al lector

El primer relato de mi libro homónimo, “Las locas ilusiones” tiene mucho de mí. De mi vida en el Perú, de mi viaje a los Estados Unidos, a principios de los años noventa. Pero nunca he podido escribir una autobiografía, y la ficción interviene ahí tanto en la forma como en el contenido. Siempre he jugado con estos elementos, la realidad y la ficción, a la hora de trabajar en mis relatos. 

Me gusta confundir al lector. Que piense que esto es real o podría serlo, aunque haya pasado por el filtro de la ficción. A Julio Ramón Ribeyro, nuestro gran maestro del cuento, le gustaba eso: contar historias reales que parecieran inventadas… o totalmente inventadas que nos dejaran con la sensación de ser reales. Las historias que hay en este libro son ficcionales, pero al escribirlas tuve muy presente lo que sé de otros inmigrantes. Porque oí algo en una fiesta. Porque alguien me contó una anécdota. Porque viví algo parecido. O sé de alguien que pasó por eso mismo.
la música del que se va

“Las locas ilusiones” es el título del primer relato, donde narro mi partida del Perú y es el título del libro entero. Todos los personajes del libro son migrantes de alguna u otra forma. Y lo que los empuja, lo que los salva en un mundo ajeno, es, una y otra vez, esa loca ilusión que tenemos todos los que buscamos un mundo mejor. 

El título es un homenaje a la canción “El provinciano”, compuesta por Laureano Martínez Smart y popularizada por Luis Abanto Morales: “Las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo y abandoné mi casa para ver la capital…” Escuché esa canción en casa muchas veces. Mi familia es de Cajamarca y de la costa del Norte, de Chiclayo, del puerto de Pimentel, específicamente. Así que esas locas ilusiones presentes en la canción y en el libro tienen mucho que ver con la historia de mi propia familia. Una historia de constantes mudanzas, reinvenciones e inevitables desengaños. Porque la vida del inmigrante siempre es dura, llena de sacrificios. Aquí y allá.

Los cuentos más difíciles

Todos los cuentos me han costado mucho. No sólo por las horas que uno pasa con un texto sino también por el desgaste emocional. A veces la historia me viene de repente. Y pienso en ella hoy, mañana, el próximo año. Le voy agregando capas en mi mente. Y a veces la olvido. Hasta que de pronto vuelve a mí. Con el santo y seña del protagonista, con la voz nítida del narrador. Y en ese momento me siento a escribir.

Los cuentos más difíciles creo que son aquellos que retratan diversos estados de violencia. Porque mientras los escribo ingreso a la mente de esos personajes. Y es muy duro enfrentar su violencia doméstica, su marginalidad o invisibilidad, sus frustraciones cotidianas que a lo mejor son pequeñas para el mundo entero, pero no para ellos.
las historias que quedaron olvidadas

El inmigrante lleva en la piel una serie de heridas. Siempre. Con el tiempo te acostumbras a vivir con ellas. Algunas heridas cicatrizan bien. O las escondes debajo de la ropa. Otras en cambio, siguen ahí, abiertas. De manera permanente. Esto es algo que nos une a todos los que venimos de otra parte, aunque es verdad que el proceso de adaptación, aculturación y cambio puede ser mucho más fácil o llevadero para aquellos que vienen en mejores en condiciones que otros. 

No es lo mismo venir a limpiar casas, a trabajar en un restaurante o a cuidar niños que llegar a estudiar una maestría, un doctorado, en una universidad prestigiosa. A mí, sin embargo, me atraen siempre las historias que quedaron olvidadas, aquellas que no encajan dentro del llamado “sueño americano”. Porque son historias que no pretenden nada, ni siquiera ser contadas.


La  presentación de "Las locas ilusiones" será este 10 de febrero a las 6  p.m. a través de Escena Libre



Foto de portada tomada de El Beisman


Te recomendamos: una entrevista sobre el trabajo académico de Oswaldo, aquí