Mi nombre es James Quiroz, estudié Derecho en la Universidad Nacional de Trujillo y actualmente vivo en Cajamarca. He publicado tres poemarios: “La noche que no has de habitar”, “Rock and roll” y “El libro de los fuegos infinitos”. La literatura y la música son dos de mis influjos vitales. Disfruto del mar y de los bosques de la selva y de la sierra por igual. “En los bosques de infinita música” es un tributo a todos esos elementos, materiales e inmateriales que conforman mi escritura.

james quiroz. fuente: archivo personal del poeta



“En los bosques de infinita música”
Los poemas que conforman el libro fueron escritos en distintos momentos. Por ejemplo, la segunda parte, que es un conjunto de veinte poemas de cinco versos, fueron escritos en el año 2008; los de la primera parte son básicamente del 2011, los de la tercera y cuarta parte son textos escritos mayormente entre el 2012 y el 2014, por ahí hay uno del 2006. Cada proceso de escritura obedeció a procesos emocionales independientes y mentalmente nacieron en distintas ciudades. Influyeron en el estilo y el fraseo las lecturas de esa época: Ungaretti, José Watanabe, el Eielson de “Sin título”, entre otros. Como puede verse, son poemas dispersos, que no guardan una unidad conceptual ni temática. Es el autor tratando de armar un rompecabezas, saldando cuentas: El aspecto familiar, sentimental, existencial, etc. El título alude a eso, a una dispersión natural (bosques) y a mi música interior.

los apartados 
La intención de separar el poemario en cuatro apartados es solo para darle un aparente orden, pensando en su publicación, pues como dije no es un libro deliberadamente conceptual u orgánico sino que es una suma de todas sus partes. Hasta antes de decidir mandar el poemario al concurso los dos primeros “apartados” conformaban un poemario inédito. Al unir las cuatro secciones en un solo libro sugieren la idea de unidad, por la brevedad de los poemas, por su fragmentariedad. En el proceso de corrección vi que había cierta homogeneidad de temáticas y estructuras y quedó así
el lugar de la música
Me gusta la música. La escucho y la practico, sea tocando o componiendo. En varios poemas hago referencia a la música, como el ruido que llevamos dentro, también como cadencia o como perfección. La música llena gran parte de mi vida, no solo a nivel literario. No obstante, considero que todos los poetas llevan su propia música. Solo hay que saber escuchar.
arden las ciudades


En “Arden las ciudades” -cuarta sección del poemario- hay una experiencia concreta, vivencial. Ahí está Chepén, La Encañada, Nazca, Trujillo, Bambamarca, cada uno con su significado y su estigma. El poema “Fin de asfalto”, el último del conjunto, hace alusión a esos letreros que hay en la carretera entre Bambamarca y Chota, anuncian que se termina el segmento asfaltado y comienza la trocha, -que se convierte en barro cuando llueve- deslicé esa idea de discontinuidad y también de viaje permanente, porque a pesar de todas las dificultades o interferencias mediáticas que se presentan, a pesar de las continuas escalas que hacemos durante nuestra vida seguimos fluyendo hacia la muerte.




NAZCA

Libre, como una ofensa o una bala perdida.

Libre en mi propia libertad.

Libre en mi propio tiempo.

Libre por el desierto.

En el holocausto de las palabras

se hunden mis pasos, se afirman mis huellas

por solo segundos, vuelven a ser nada,

pampas doradas, lomo dócil

que el viento no levanta.

He visto amarillar el sol en los balcones, muriéndose

sobre humildes casas y al final de la alambrada

una humilde muchacha que ya no habla.

Madrugadas claves, serranas,

suicidios de pájaros, ebrias cigarras,

montes afiebrados, vacas violadas y en la costa

un lenguaje aún más deplorable.

Oh desierto, estoy unido a ti.

Condenado estoy a esta sombra.

Recuérdame cuando se me llenen

de polvo estas ojotas migratorias.

Recuérdame que corrí

buscando una playa nueva

y acaricié tu piel más profunda.

Ayúdame a sonar como tú,

ardiente

y en silencio.



Foto de portada: Santa rabia magazine