Leila Guerriero (Junín, provincia de Buenos Aires, 1967) es periodista, aunque estudió Turismo. Comenta que su familia está poblada sobre todo por varones, así que su existencia como prima, hermana, hija, siempre fue casi como una suerte de mito. Su padre, ingeniero químico, tenía muchos libros en casa, ella leyó todos los que pudo. Por ejemplo, suele releer "Madame Bovary". 

Por otro lado, no le gusta dar consejos para escribir, le parece que es algo soberbio. Nunca cuenta lo que está trabajando, investigando, buscando. Y siempre está haciendo algo: dictando talleres, escribiendo columnas para diarios y revistas, e investigando. Hace mil cosas todo el tiempo, e hizo toda su carrera trabajando en una redacción hasta el 2009. Cientos de sus perfiles salieron cuando ella cumplía un horario de trabajo hasta las 10 pm. 

leilo guerriera. Foto: Diario Río Negro

Actualmente su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y España: La Nación y Rolling Stone, de Argentina; El País, de España; Gatopardo, de México, y El Mercurio, de Chile, entre otros. Es editora para América Latina de la revista mexicana Gatopardo. 

En 2010, su texto «El rastro en los huesos», publicado en El País Semanal y en Gatopardo, recibió el premio CEMEX-FNPI. Publicó los libros Los suicidas del fin del mundo, Frutos extraños y, en Anagrama, Una historia sencilla

Al respecto, Mario Vargas Llosa ha señalado, lo siguiente: “El periodismo que practica Leila Guerriero es el de los mejores redactores de The New Yorker”. Su libro más reciente es Opus Gelber. Retrato de un pianista (Anagrama: 2019). 

La semana pasada visitó tres universidades peruanas  y en cada una de ellas tuvo una participación interesante. Tuve la suerte de poder entrevistarla luego de su charla en la Universidad de Lima. Les invito a leer nuestra conversación y también fragmentos de esa charla.

alonso rabí, leila guerriero, pepe güich -auditorio universidad de lima

el oficio del periodista y "los suicidas del fin del mundo"

A medida que iba avanzando en las historias muy tremendas de ese pueblo, y cada vez que hablaba con los familiares de las personas que se habían suicidado, además, todas muy jóvenes, y de maneras muy simbólicamente cruentas (un chico se mató con la pistola de su padre que era policía, otro se ahorcó en el galpón de sus abuelos con un alambre de hacer fardos, otra chica se mató con la escopeta del padre en la habitación suya…) y cuando más entraba en confianza con esos familiares y lograba entrar más a fondo en las historias, yo sentía más satisfacción por el trabajo bien hecho. Sentía que estaba haciendo un bien a la historia.   

Foto de : Luis cáceres álvarez

No creo en los periodistas que se ponen a temblar y a llorar con el entrevistado. Eso no es trabajo bien hecho. Yo creo que hay que ser súper sensible, pero la sensibilidad tiene que estar en la historia, no en uno. Si alguien se mete con una historia que lo supera, yo le diría que no lo haga. Yo le diría presérvate y no lo hagas. A mí hasta ahora no me ha pasado esto.
QUIERO SABER MÁS
Tengo demasiada curiosidad. De lo contrario, quizás estaría ahora derrumbada porque he escuchado historias demasiado macabras, pero en mi caso no hay dolor. En mi caso es siempre un querer saber más.  

Foto de: Luis Cáceres Álvarez


la importancia de la poesía

Sí creo que los periodistas no leen poesía y en realidad es raro que un periodista no lea tanto como debería. Es como un chef al que no le gusta cocinar. La (buena) poesía te enseña a ser quirúrgica, te enseña economía de recursos, te enseña a decir mucho con poco, te enseña recursos narrativos, te enseña miradas, te enseña cómo conmover con una simple torsión de los dedos.  

Entonces, la poesía es muy importante, pero también fueron importantes para mi formación todo el cine y el teatro que vi, los libros de ficción que leo y que leí, y salir a sacarles los tréboles a mis plantas en el balcón, salir a correr, salir a andar en auto con las ventanillas bajas en verano, y ver los dientes de león entrando por la ventanilla de la cabina mientras escucho una canción de Pearl Jam a los gritos. No hay una cosa más importante que la otra. Y también tener sexo y vivir y todas las cosas que implican estar vivos.

La Razón
Leila Guerriero / Foto: Gonzalo Pérez

cómo empezar a escribir una historia
Para mí, escribir es averiguar lo que realmente quiero decir. Creo que esta es una definición atinada de lo que intento hacer. Para ello, trabajo con enorme cantidad de material. A veces es una cantidad demencial, incluso el material llega a ser siete veces más de lo que puede entrar en mi nota, pero, lo bueno es que no es siete veces más de lo que necesito. Es decir, toda esa cantidad es necesaria para que puedas condensar. Es mejor acumular para tener mejores opciones
cuándo dEJARLA IR, CUÁNDO DEJARLA "lISTA"
Creo que puedo sentir que he terminado mi texto cuando siento que ya no puedo hacerlo mejor, cuando siento que he dejado todo, entonces creo que está listo para salir. Ya con los años una va teniendo experiencia de qué es lo que hay que preguntar (entre comillas) a un texto para saber si funciona. Cuando una se ha esforzado todo lo posible en cada frase, cuando las transiciones están bien, cuando la cronología se entiende, cuando el lector no tiene que ir a googlear nada fuera del texto, cuando cumple con todo esto, ya es momento de publicarlo.
un ejemplo: el libro de bruno gelbert
El libro de Bruno Gelbert tiene 25 versiones, por ejemplo. Y lo único que no cambia es el arranque. Desde la versión 1 hasta la 4, hay muchas diferencias. Pero, desde la 4 hasta la 5, ya no hay tantas. Y, entre la 20 y 25 capaz lo que va cambiando son algunas frases. Y yo guardo todas las versiones anteriores porque a veces uno se larga de cabeza a hacer una modificación fuerte que no acaba de cuajar y quizás no es tan buena como la anterior, y por eso yo guardo todas las versiones. El trabajo de escritura es, para mí, en vez de poner cosas en la página es el de sacarlas.
el periodista invisible
La manera de preguntar, la manera de no interrumpir, de escuchar atentamente, todo esto va marcando una opacidad. Digamos, el mensaje es: yo no importo, háblame vos, me importas vos. Todo esto marca también la invisibilidad.
los talleres y los talleristas

No tenemos (los talleristas y yo) una relación personal. No es la idea y no es eso lo que van a buscar al taller ni es lo que yo puedo darles. Yo no estoy ahí para darles contención o cariño, yo estoy para darles lo que puedo dar de lo que sé. Para que hablemos de los textos periodísticos y bueno, hay gente que viene hace muchos años y algo conozco de sus vidas, pero no es un lugar de catarsis, sino de trabajo, disciplina, enseñanza, y de todos. Ellos me enseñan y aprendo mucho, pero no es un taller en el que tomamos vinos y hablamos de las parejas, etc. 


Recomendamos leer este perfil que escribió sobre Fito Páez. Buenísimo.


FOTO DE PORTADA: LUIS CÁCERES (Tomada en la Universidad de Lima)