Claudio Archubi (Mar del Plata, 1971) es un poeta argentino que he conocido personalmente en Buenos Aires, ahora que estoy por acá. Intercambiamos libros y  me quedé gratamente sorprendida de sus versos y de su propuesta sólida, compleja, potente desarrollada en su poemario "La Máquina de las alegorías" (Buenos Aires Poetry, 2016). Además de su poesía, quise entrevistarlo porque él trabaja y desarrolla su vida de la mano con la física, una ciencia abstracta que habla en lenguaje matemático y que pocos conocemos a la profundidad que Claudio conoce, ya que él es Doctor en Física y trabaja en el IAFE (Instituto de Astronomía y Física del Espacio).

poeta claudio archubi. archivo del autor

Cuando conversé con él, en la sala desde donde estoy escribiendo esta presentación, conversamos sobre electrones, átomos: vacío. Esto es una breve parte de su tema de tesis doctoral, las colisiones atómicas. Pero lo sobrepasa las metáforas que traduce el sistema complejo que sostiene lo visible. Lo que me interesa de su propuesta es cómo desde la física, un poeta interpreta, y ve, cómo funciona y se manifiesta una fuerza que trasciende la lógica binaria, la lógica evidente, la lógica que nos rige, para escribir sobre algo mucho más difícil y sin embargo, cotidiano: el caos, lo confuso, aquello para lo que aún no se tienen palabras, el amor.

portada. fuente: buenos aires poetry

Agradezco a Claudio su generosidad. No sólo por darme este mapa/libro/máquina, sino por su escucha, su silencio, su paciencia y sus palabras. Y agradezco igualmente, a su esposa, la poeta peruana Teresa Orbegoso, que tuvo a bien contactarnos. 

claudio por claudio

Nací en una ciudad con mar, arena, lluvias y viento. Una ciudad turística del sur de la provincia de Buenos Aires al margen de las grandes movidas culturales de aquella época. 

claudio archubi. archivo del poeta

Mi camino de aprendizaje en los terrenos literarios fue siempre solitario. Bromeo siempre diciendo que soy un poeta de los noventa, porque en Argentina, durante mi época de formación, lo que se llamó poesía de los noventa estuvo marcado por cierta cómoda frivolidad escudada en la idea de una transgresión lúdica en reacción a movimientos poéticos anteriores. Sería la antítesis de mi búsqueda. 

Por otro lado, está la física: a diferencia de Ernesto Sábato, que renegó de la ciencia para entregarse a la literatura, yo intento ejercer ambas disciplinas, en la medida de lo posible. Terminé mi formación doctorándome en el tema de colisiones atómicas, en el Instituto Balseiro, en Bariloche, frente a lagos, montañas, nieve, silencio, guiado por antiguos y pacientes profesores que fueron alumnos de un alemán emigrado que conoció a Hitler. Y ahora trabajo en la universidad de Buenos Aires y en un Instituto rodeado de astrónomos y astrofísicos

Un asteroide descubierto recientemente fue bautizado con el nombre de su actual directora: Dubner. Yo soy apenas un pequeño engranaje de esa gran maquinaria científica, uno marcado por el error, donde se cumple una suerte de principio de incerteza, oscilando entre la física atómica y la literatura. Un error del sistema, alguien que tomó la pastilla equivocada, la de la perpetua inquietud.

la raíz histórica de su propuesta poética en "la máquina de las alegorías"

A finales del siglo XIII, el místico catalán Ramón Llull (Raimundo Lulio) dijo haber tenido una revelación en la cima del monte Randa, en la isla de Mallorca: Dios le había revelado la idea de un libro que describía una herramienta capaz de dar cuenta de todas las preguntas y todas las respuestas a los misterios del universo. En el siglo XX Borges y Umberto Eco escribieron sobre él. Umberto Eco vinculó ese mecanismo a la búsqueda de la lengua perfecta. Borges alegó que si acaso la máquina de pensar de Llull no servía para razonar, una cosa era cierta: de ella surgía la posibilidad de la poesía. Se me ocurrió entonces que acaso Llull encontró en sus delirios místicos la lengua perfecta: la poesía. ¿Por qué no hacer entonces que su máquina genere poesía?

libro abierto. fuente: buenos aires poetry

los científicos y el amor

Nosotros, los científicos, somos como cibernéticos niños asombrados, en busca de aquello que, porque no ha sido nombrado, todavía no existe. Veo la chispa apasionada en la mirada de algunos estudiantes que recién empiezan la carrera de física. En el personaje de Llull yo imagino lo mismo: un espíritu apasionado que amaba el conocimiento, pero más amaba el amor. Por eso en mi libro de poemas en prosa, imágenes de teorías científicas transforman su semántica para entrar en el terreno del sentimiento.

Ramon Llul,  también conocido como Raimundo Lulio en castellano, Raimundus o Raymundus Lullus en latín, el que inspiró esta máquina de pensar

la máquina que produce errores

La máquina de Llull produce errores porque abarca todas las combinaciones posibles. Lo explica muy bien Umberto Eco. Por ejemplo, abarca los vicios y las virtudes, la bondad y la maldad. Si se combina Dios con Bondad, obtenemos la afirmación: Dios es bueno. Eso está muy bien. Pero si se combina Dios con Maldad, obtenemos: Dios es malo. Eso no está bien… Ramón Llull se salvó de la inquisición diciendo que el operario de la máquina es guiado por la luz de la fe y sabrá descartar las combinaciones erróneas. Sonreímos ante eso. Pero las modernas teorías de la física responden a modelos matemáticos tan abstractos que dan muchas soluciones posibles. Y el físico descarta aquellas que no se corresponden con el universo que observamos…  

geografía de la máquina. foto: archivo de autor

Nosotros producimos errores porque estamos vivos. Nuestra vida es un borrador permanente (lo dijo el poeta Juarroz). Pero muchas veces los caminos equivocados pueden ser los verdaderos. El error nos vuelve compasivos, nos devuelve el error del otro como un espejo del nuestro, nos salva y nos embellece. Nos enseña a amar. La máquina de Llull depende mucho del operador que debe poner su fe y su alma en conexión con ella. Lo mismo sucede con la poesía, que depende del poeta que la escribe. Y después depende del lector que pone su alma en ella. Acaso los poemas de mi libro, y los de cualquier otro, intentan actuar como un espejo doble donde se miran el poeta y el lector, un espejo que no refleja exactamente al poeta ni al lector sino otra cosa, y se parece al error en eso, pero nos salva como seres humanos, evitando que olvidemos lo esencial.
los engranajes de esta máquina

Estas alegorías no son más que espejos. Alegorías de nosotros mismos. La alegoría, dijo Walter Benjamin, tiene un sentido trágico porque incorpora al tiempo en ella, nos devuelve nuestra insignificancia frente al caos de la Historia.  

Cada engranaje es un momento de silencio para mirarnos y ver en nosotros a los otros. Cada frase, cada palabra. La respiración de mi libro es muy pausada. En cada frase la máquina se detiene para que nos miremos en ella. Nos da tiempo, habla en nosotros. Mira cómo late tu corazón cuando digo la palabra Amor. Mucho polvo ha caído sobre la palabra Amor. El polvo de los siglos ha caído sobre esa palabra. Y todavía nos miramos en ella. Y rogamos que se detenga en nosotros. ¿Es el caos el Amor? Bienvenido, le decimos aun así, entra en nosotros tapando el sol, detente un rato para asumir nuestra forma.

interior del libro

¿Por qué la presencia del latín en tu poemario?

Hace unos años estuve trabajando en España. Fui a la tierra de mi bisabuelo. La tierra de Leyre, cerca de Pamplona, donde originariamente habitaron los vascos. Allí, subí a la montaña, donde hay un monasterio benedictino, construido en la Edad Media. 

Pedí permiso para compartir todo ese fin de semana con los monjes, que me alojaron en una de sus celdas monásticas. Asistí a casi todos sus rezos, en latín, en los diferentes momentos del día y de la noche mientras un frío y áspero viento zumbaba afuera torciendo los pinos. Oí sus cánticos gregorianos. Y sentí en carne propia el poder de las “lenguas muertas”: su musicalidad y su misterio. No es caprichoso que haya usado el latín y va más allá del hecho de que fue la lengua con que Llull difundió su Ars Brevis.

claudio archubi. archivo el autor

este libro es una máquina. esta máquina es  un círculo, un espejo, un árbol y un mapa

 ¿Mapa de qué? ¿de quién? De aquél que se confronta con ella, pero también de dos épocas del mundo en tenso diálogo circular. Del Pasado y del Presente. Y de los futuros lectores que se acerquen a ella. El árbol es tradicionalmente el símbolo de la mediación entre el cielo y la tierra. Representa al ser humano. Pero también es el árbol teológico del Bien y del Mal. Pero también es el árbol del conocimiento: Arbor Scientiae. 

Pero también es el árbol de la poesía, de ramificaciones innumerables. La máquina de pensar de Raimundo Lulio era un sistema regido por el principio del amor. No era un mecanismo abstracto. El pensamiento irradiado por la máquina estaba alimentado por el amor. Llull buscó unificar la razón y el amor. El amor supremo que irradia de la divinidad. 

Mi máquina es agnóstica pero obedece a ese mismo principio vital. La escisión entre razón y sentimiento es una de las características de estos tiempos pragmáticos lanzados a la absurda carrera bajo las siniestras reglas de la actual maquinaria social y de consumo. Yo siempre digo que a estos tiempos les falta un poco de Edad Media. Un árbol que crezca entre los engranajes deteniéndolos para que nos podamos mirar. 

interior del libro

La lámina suelta introducida en el libro no es sólo un mapa del libro. Es un reclamo. Es un folleto que dice: detente, mírate, recuerda. No es una tonta glosa. Es un símbolo.

lámina que incluye el libro. fuente: archivo del autor

2 POEMAS DE "LA MÁQUINA DE LAS ALEGORÍAS"



Coelum o de la segunda cita con la Verdad


1. 


Así como los asteroides, balas cósmicas, rompieron el cielo de Copérnico, atravesando las esferas de vidrio, toda vida se cumple al tocar y ser tocada por su límite. 

A nuestras verdades, balas diminutas, nadie las detiene. No harían mella en nuestro cuerpo si no fueran tantas: un protón se llama Dolor; otro, Fracaso. Por sus agujeros nuestra substancia se vierte.

Oh Raimundo que dijiste: …el cielo, con su armonía o melodía, causa las vocales y consonantes en el sonido, y causa que el afato trasmude en voz lo que se concibe en la mente…

Dame el cielo de tu Verdad. Déjame verla.

Muéstrame cómo intentaste salvarte de ella.

¿De qué otra forma podríamos conocernos?

Cada letra, un hueco en la hoja, uno pequeño. Porque ardemos por debajo y demasiada luz nos lastima.



2.


Soñé que la Verdad era una.

La veía aproximarse desde un horizonte de imágenes mudas.

Tenía la forma de una mujer que encendía y apagaba su lámpara, lo que significa que encendía y apagaba su alma.

Crecía su alma en mi cuerpo encendiéndolo y apagándolo; ascendía su letra en la mía. Ah, y pensar que esto siempre les ocurría a los otros.

Íbamos desgrabándonos hacia el último punto, el más liviano; el del cruce.



3.


Fuimos tan pequeños que arriba y abajo no se distinguían.

Fuimos tan pequeños que, después, cada uno se borró en su cielo de media Verdad, tan lejos de la Gratia, como balas diminutas, dispuestos a atravesar otros corazones de vidrio.





Gloria



1.



Un mundo que brilla sin bordes. Oh Gloria.

Corrí con los pies desnudos sobre un colchón de ortigas.




2.


No obstante corrí bien rápido, porque era rápido.

Viejo Maestro, dijiste: “… Apetece ascender más al entendimiento para adquirir más ciencia y saber a dónde va (o a qué se reduce) la llama cuando la vela se apaga…”

Fuego ascendente, mi corazón; lluvia mi espíritu, para apagarlo. Y el viento del Este confundiéndolo todo, cuando el sol se hunde del otro lado de los cuerpos, y las palabras se dan vuelta como bolsas de nylon con la Nada en su interior.

Vuela liebre, vuela como una simple palabra, más rápida, más leve que mi corazón de llama, viento, frío y ceniza.

Yo, detrás hasta morderla, descubrí que era de trapo.




3.



Retorica Potestas Gloria

Y tú, Raimundo: …la llama ilumina el aire, porque el aire recibe la similitud de la llama (esto es, su lucidez)…

Ah, el sabor de un sueño cumplido: la primera sinécdoque.

Ahora, que en estas torpes alegorías caiga la noche. Descansa.

Pero entonces un pensamiento se abre por obra y gracia de la tristeza:

Gloria es la de los perros, cuando aúllan a la luna.

Eso diría mi abuelo, gran cazador, hombre de campo, hombre concreto en busca de oídos concretos.

el universo desde la mirada medieval