Me voy a quedar mucho tiempo contigo

                                                 Como una enfermedad que no conoce la muerte

                                                                                                               Óscar Málaga

Mi intención era escribir un ensayo sobre Canciones desentonadas y alegres aterrizajes para evitar el suicidio (Lima: Apollo Studio, 2016) del escritor Óscar Málaga. No obstante, mientras escribía la nota me di cuenta de que es imposible hablar de la obra de Óscar sin hablar de él, y para eso necesitaba más espacio, más colores, más palabras. 

Oscar sonriendo a mi lente

Así que comenzaré por lo que creo que podría ser un principio: lo conocí en Trujillo, cerca de la playa, en el 2007. Los dos estábamos invitados a la Feria del Libro en esa ciudad. Él estaba tomando una cerveza, rodeado de mucha gente, y un amigo nos presentó. Desde ese día, hasta hoy, que escribo esta nota, nuestra comunicación ha sido intensa y constante.  

Luego de la Feria del Libro en Trujillo, nos reencontramos en Lima. Sobre nuestras reuniones puedo afirmar con total veracidad que así como él aprendió muchísimo de Juan Gonzalo Rose y Walter Curonisi, yo aprendí de él. De hecho por esos meses de verano del 2007, Óscar tuvo la gentileza de prestarme el manuscrito de su novela Ópera de Dulce Diamante, un texto escrito en Beijing, en 1993.

 Me quedé maravillada leyendo sus correcciones, viendo la forma como había pensado ese texto hacía tantos años, y a pesar de que fuesen más de 500 páginas escritas solo por una cara, y que mi espacio en la mochila fuese limitado, me llevé ese texto anillado en un largo peregrinaje por Europa. De hecho, preferí cargar ese manuscrito a cargar cualquier otra cosa. Llevaba en mi mochila una bomba de tiempo, un mágico pasaporte a otros mundos. Esa novela fue mi primera forma de viajar, porque a pesar de estar viviendo en Bilbao, y de andar luego por otras ciudades, solo cuando leía ese texto me reencontraba con la literatura, con la necesidad de escribir. En esa novela se encuentran los personajes que para Óscar son los mejor logrados de su universo narrativo, me refiero a la madre y a la protagonista, Dulce Diamante. Para él, ellas "tienen sus toques de grandeza, y son muy dueñas de sí mismas". 

Oscar en  Katmandu. Foto de l facebook del poeta

Volví a Lima en el 2009 y me reencontré con Óscar, a quien le devolví su manuscrito justamente cuando vino a mi casa a despedirse porque se iba a Nueva Zelanda. Quienes lo conocemos sabemos que su vida es una aventura, un vértigo constante, así que cuando me dijo que se iba y que no tenía fecha de regreso a Lima no me sorprendió tanto. Él es como sus propios versos, un gato con ojos encendidos, y desde el 2009 confirmé que nuestra comunicación implicaba siempre la creación de un espacio aparte en el que todas las medidas se alteran: el tiempo deja de ser tiempo, los colores se convierten en texturas suaves, y las palabras son como sujetos vivos que caminan mirándonos con cierta desconfianza. 

Posiblemente esta sea la misma sensación que uno puede tener cuando lee este poema de Oquendo de Amat, que es el poema que Óscar leyó a los 8 años, cuando descubrió que quería ser poeta:

 Para ti /Tengo impresa una sonrisa en papel japón/mírame /que haces crecer la yerba de los prados/mujer / mapa de música claro de río fiesta de fruta  / en tu ventana /cuelgan enredaderas de los volantes de los automóviles /y los expendedores disminuyen el precio de sus mercancías /déjame que bese tu voz / tu voz  /que canta en todas las ramas de la mañana.

Óscar, elegido por la poesía y por las palabras, leyó ese poema suficientes veces como para recordar ahora la exacta mezcla de admiración y sorpresa que le causaron la música de esos versos. Después de todo, para él, lo más valioso de la poesía es la música interna de cada poema, es el manejo de ella lo que para él simboliza “el manejo total de la poesía”.

conmigo y con las placas originales de su ultimo libro. en studio apollo.

 Y aunque lo que produzca con más constancia sea narrativa, no cabe duda que Óscar es ante todo, y sobre todo, un poeta. Un poeta único y singular, capaz de hacer reír hasta al más serio con sus ocurrencias y recuerdos increíbles. Desenfadado, irreverente, libre. De Óscar uno siempre aprende muchísimo, porque aunque no hable particularmente de poesía, su forma de hablar ya es poética. De un diálogo completamente informal con él pueden encontrarse versos impecables, muchas veces, poemas que gritan por ser escritos.

Si uno quiere saber qué es lo que más admira en las personas, posiblemente esa cualidad sea la solidaridad, que era lo que él más valora y recuerda de su madre. Óscar, me repito quizás, es  un hombre que parecido a sus versos y a algunos de sus personajes, no deja de buscar el amor y la belleza. Pero no la belleza que sobra en París, una ciudad a la que llama "mágica", sino la belleza indescifrable, infinita que encontró en China, un lugar al que como dice, volvería por 10 años más.

De Óscar podríamos hablar días seguidos, contar ocurrencias solo suyas, como la de pedir siempre poca comida en el plato, no por falta de hambre sino por "un tema estético", dice. Siempre le ha gustado la comida criolla, pero en proporciones pequeñas o medianas, de hecho, hasta ahora su amor por el ceviche sigue intacto, pero claro, siempre que no sea en esas fuentes gigantes. Óscar además es como un oráculo al que varios asistimos a debatir nuestro presente, y a veces, nuestro futuro, y a esperar a que saque un conejo bajo la manga. 

En nuestro país donde acceder a los libros es un acto casi heroico, vale la pena, y mucho, leer y atender a las palabras de Óscar, el gato mayor, en quien se encontrará la voz de un "atolondrado" que no teme hablar del amor, del desastre, de la muerte y de la vida. 


 (Foto cabecera: elcomercio.pe)